Las empresas en el nuevo siglo

Antes de tratar de identificar una solución práctica del rompecabezas ecológico,  es importante ver el hecho (no querido reconocer por muchos y minimizado por otros tantos) que las sociedades de países desarrollados y en vías de desarrollo experimentarán cambios dramáticos en sus estilos de vida durante las décadas venideras, como sucedió en la época de la posguerra. El asunto importante es si estamos o no dispuestos y si somos o no capaces de utilizar este impulso de cambio para orientar la producción y el consumo en la dirección de una responsabilidad social y ambiental empresarial. 

 

La relación de la industria y del mundo empresarial en general con el medio ambiente ha sido tradicionalmente de indiferencia. La naturaleza ha sido contemplada como una fuente inagotable de recursos y un gigantesco bote de basura al que podían ir a parar los desechos. Esta visión del mundo y de los negocios se fundamentaba en la creencia más o menos consciente de que el mundo y sus riquezas eran infinitos (realidad cierta en el siglo XIX) con una población menor a los mil millones de habitantes, pero en pleno siglo XXI cuando se contempla que la población llegará a los nueve mil millones de habitantes el mundo no es suficiente.

 

Actualmente, los tomadores de decisiones empresariales están comenzando a ser consciente de que la visión del medio ambiente que se tenía en el siglo XIX no es la misma para el siglo XXI. La capacidad de carga del planeta es limitada, esto quiere decir que no es lo mismo alimentar a un hijo que a nueve. Los recursos son finitos. La tecnología no tiene todas las respuestas. Nuestras acciones tienen consecuencias para nosotros mismos y para las generaciones venideras. La responsabilidad social y ambiental no tiene fronteras, bueno si tiene fronteras y se llaman indiferencia e ignorancia, la cual se da tanto en gente sin estudios como en grandes hombres de negocio que siguen tratando el medio ambiente como el enorme cuerno de la abundancia del cual se puede sacar infinitamente, de hecho la economía tiene ese concepto desde su fundación.

 

Se puede percibir el progresivo e intenso (aunque algunas veces dramáticamente lento) cambio que se da en la relación que estamos teniendo con el ambiente. Las empresas poco a poco van entendiendo las oportunidades y problemas que esta situación acarrea, y se dan cuenta que invertir en el ambiente no solo es tirar dinero bueno en el malo, sino realizar inversiones que tengan retornos de inversión positivos y en breve tiempo, lo que permitan mejorar su productividad, además de proteger el ambiente y sacarse una bonita foto para sus grupos de interés.

 

Debemos tener en mente que el desarrollo sustentable tiene tres caras, el crecimiento económico, la preservación del medio ambiente pero también el desarrollo social. A estas tres caras debe sumarse también tres grupos de interés: los gobiernos (federal, estatal y municipal), las empresas (clientes y competencia) y la sociedad civil.

 

Si tienes algún comentario, me gustaría conocerlo, escríbeme mario@oficinaverde.org.mx

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