No hay que perder de vista que, mientras que la atención de los países ha estado centrada en evitar que la promulgación de leyes y reglamentos de protección ambiental provoque la destrucción de puestos de trabajo, millones de personas han perdido o han experimentado un grave quebranto de su medio de vida como consecuencia de la rampante desertización y deforestación, las inundaciones y la erosión del suelo, esta es una verdad que se quiere negar por diversos actores, pero la realidad poco a poco va siendo más palpable para todos y no se puede o podrá negar por mucho tiempo.
El desarrollo sostenible supone que estos costos ambientales y sociales, que en el pasado han sido “externalizados” por la industria y la sociedad en general, se “internalicen” en lo sucesivo y se reflejen en los costos de mercado de los bienes y servicios, eso es que se contabilicen en el precio final que el consumidor tiene que pagar, porque ahora simplemente quedan fuera. Este proceso de internalización está siendo impulsado por los agentes del mercado y los grupos de consumidores, por la nueva regulación legal —incluidos los denominados instrumentos económicos— y por las propias empresas. Sin embargo, las posibilidades de éxito de este proceso de integración de los costos sociales y ambientales reales de la producción y el consumo estarán en función de la aplicación de nuevos esquemas de colaboración, comunicación y participación en el proceso de toma de decisiones. Las organizaciones sindicales y empresariales tienen una función vital que desempeñar en este proceso, concretamente, en las fases de diseño, aplicación y supervisión.
En este contexto, puede ser de utilidad llamar la atención del lector hacia las ingentes gestiones diplomáticas que se realizan en el marco del seguimiento de la CNUMAD con objeto de hacer posible el examen de los actuales desequilibrios en los esquemas mundiales de producción y consumo. En el capítulo 4 de la Agenda XXI, titulada “Esquemas de consumo cambiantes” se propugna la adopción de medidas tendentes al logro de los objetivos siguientes:
(a) Promover unos esquemas de producción y consumo que tiendan a reducir la presión sobre el medio ambiente y satisfaga las necesidades básicas de la humanidad.
(b) Mejorar el conocimiento de la función del consumo y del modo de crear unos hábitos de consumo sostenibles.
En el capítulo se reconoce asimismo abiertamente la necesidad de incrementar sustancialmente el consumo de productos básicos de millones de personas que viven en muchas regiones del mundo actualmente sumidas en la pobreza y estrechez más absolutas. Es previsible que los contactos y negociaciones que actualmente tienen lugar en el marco de la Comisión para el Desarrollo Sostenible sean lentos y laboriosos; sin embargo, podrían producir algunos cambios significativos en los actuales esquemas de producción y consumo, sobre todo en algunos de los sectores más críticos de la economía, como la química, la energía y el transporte. Estos contactos y negociaciones también repercutirán significativamente en los intercambios internacionales. Sin duda, todos estos cambios influirán de forma sustancial en la política ambiental y de salud y seguridad en el trabajo aplicada en los países industrializados y en las naciones en desarrollo, así como en otras áreas del mundo del trabajo, sobre todo en materia de empleo, ingresos y formación.
Fuente: Política en materia de medio ambiente. Larry R. Kohler